En un país donde la corrupción está dentro del ADN de sus habitantes y sus instituciones, el anuncio de la creación del Sistema Nacional Anticorrupción parece una buena noticia.
Sin embargo, será difícil que de la noche a la mañana se pueda erradicar la cultura de “el que no tranza no avanza”.
Las nuevas reglas del juego, parecen incluso, aspiracionales, pero son un buen principio para tratar de revertir un proceso de generativo que se había heredado de generación en generación.
La nueva figura del Fiscal Anticorrupción y la creación del Tribunal Federal de Justicia Fiscal y Administrativa y las nuevas atribuciones a la Auditoría Superior de la Federación, sin lugar a dudas marcarán una nueva manera de ejercer el servicio público.
Pero además servirá para dar una oportunidad a la clase política nacional para tratar de cambiar la tan mala imagen de la que gozan, lo mismo para algunos servidores públicos que se sirven del poder.
Al igual que con el nuevo sistema de justicia penal, este nuevo sistema anticorrupción representan un reto que se irá ajustando con forme se vaya implementando.
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