San Diego, California.-
Sorteando la maleza y el fango logramos internarnos en el estuario del río Tijuana, un humedal costero en los límites entre Estados Unidos y México, a unos metros del muro fronterizo, rumbo al Océano Pacífico, donde la basura domina el paisaje, principalmente plásticos, aguas negras y llantas que llegan arrastradas por las lluvias.
Se trata de un problema binacional de salud pública que tiene décadas y que no se ha podido resolver, ya que todos los residuos que bajan desde la ciudad de Tijuana, ubicada en lo alto de la colina, pasan por el Condado de San Diego y terminan en el mar, después de recorrer 8.5 kilómetros.
“Los muros no detienen nada, no detienen agua, no detienen llantas, no detienen plásticos, menos drogas y gente, los muros son un gasto totalmente tonto, comprobado, mira todo lo que hay del lado gringo, cómo llegó hasta aquí toda esta basura”, cuestionó Fay Crevoshay, directora de Comunicaciones y Políticas Públicas de Costa Salvaje.
El 2023 fue un año crítico para ciudades como Imperial Beach o la exclusiva Isla Coronado, por la contaminación de aguas residuales y basura, que sin necesidad de visa o pasaporte, cruzaron la frontera.
De acuerdo a la Comisión Estatal de Servicios Públicos de Tijuana (CESPT), la planta de tratamiento Punta Bandera, dejó de funcionar desde 2015, por lo que vierte mil 100 litros de desechos por segundo al Pacífico.
Un caso especial son las miles de llantas, que después de exportarse como gallitos, es decir, neumáticos de segunda mano a Tijuana, regresan ya inservibles, bajando por las pendientes, a su lugar de origen, el estado de California.
“Con una tormenta, estimamos que llegan de cinco mil a 10 mil llantas a Estados Unidos. En cuanto a la basura, son miles de toneladas anuales las que terminan aquí”, reveló Serge Dedina, director ejecutivo de Costa Salvaje.
El también exalcalde de Imperial Beach, resaltó que la situación que actualmente se vive con la contaminación demuestra una falta de voluntad política de ambos lados de la frontera.
Todos los años van y vienen, de un lado y otro, declaraciones y promesas de la Comisión Internacional de Límites y Aguas (CILA), la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA), y la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales de México (Semarnat), pero en los hechos nada ha cambiado.
Tijuana - San Diego
Todo el cochinero, como le dicen en el norte de nuestro país, desciende desde lo alto, donde en los años 60, se fundaron las colonias populares de Tijuana, para seguir avanzando a través del muro, continuar por el río Tijuana y acabar en el Océano Pacífico, que no sabe de barreras o límites territoriales.
Guillermo Contreras, vecino de Los Laureles, al Este de Tijuana, reconoce que el canal de concreto que serpentea por los cañones y pasa a un lado de sus viviendas, deja un olor nauseabundo, por todos los residuos que arrastra en su interior.
“Esto va directamente al mar, prácticamente el canal viene siendo la coladera de todo el cochinero, toda la basura, llantas, perros muertos, todo lo que viene desde más arriba y va a dar una parte que le llaman Imperial Beach, del otro lado de la frontera, en Estados Unidos”, explicó.
Con un sistema de alerta y muestreo diario del agua de mar por parte del Departamento de Salud y Calidad Ambiental del Condado de San Diego, las playas de Imperial Beach, muy asediadas por los surfistas, permanecen cerradas para realizar actividades recreativas, debido a los altos niveles de contaminación.
Serge Dedina, director ejecutivo de Costa Salvaje, detalló que Imperial Beach, la comunidad más al sur de California, lleva dos años y medio con sus playas cerradas al público.
“Pero además Coronado, una de las comunidades más ricas, con más dinero de todo Estados Unidos, también está cerrada todo el tiempo, incluso hoy, porque hasta sus exclusivas playas llegan bacterias como enterococos y coliformes totales”, lamentó.
Mientras que del lado mexicano, las concurridas Playas de Tijuana, siempre están abiertas para el disfrute de las familias, sin ninguna restricción o advertencia.
“Creen que como el Océano es tan inmenso, todo el cochinero que le aventemos se va a desaparecer, se va a diluir y eso es un error tremendo, tan tremendo que ya en nuestros platos se nos están devolviendo las consecuencias de este problema; los peces ya se comieron los plásticos que se dispersaron, que se fragmentaron, que se hicieron chiquitos, y ya los estamos recibiendo en nuestros platos”, advirtió Rosario Norzagaray, gerente de residuos marinos de Costa Salvaje.
Destacó que el crecimiento desordenado y la falta de planeación en la ciudad de Tijuana, también provoca que las aguas negras sean vertidas directamente al Océano Pacífico, prácticamente sin ningún tratamiento.
“Este tipo de contaminación provoca enfermedades en la piel, alergias, enfermedades parasitarias, y enfermedades gastrointestinales, entre otras”, señaló.
En un esfuerzo por poner un alto a esta situación, Costa Salvaje colocó en 2021 un primer sistema de retención de basura en la colonia Los Laureles, donde en tres años lograron capturar 90 mil kilogramos de basura, la mayoría plásticos que los vecinos vendieron para reciclar.
“Aquí encontramos de todo, nos llegan estufas, refrigeradores, partes de carro, y por supuesto, todos los plásticos que te puedas imaginar; lo que más me ha impactado es ver animalitos, chivos, cerdos y caballos, que se han ahogado y los arrastra la corriente hasta aquí”, indicó Juan Benitez, coordinador operativo de la barrera antibasura colocada por la organización ambientalista.
Al rescate de la vaquita
Tras los buenos resultados que arrojó el sistema de retención de residuos en la colonia Los Laureles, Costa Salvaje ya prepara la instalación de una segunda barrera en Tijuana, que de manera indirecta ayudará a proteger y conservar a la vaquita marina y el pez Totoaba.
El nuevo sistema se desarrolla con una red de 15 pulgadas de luz de malla, que hasta hace unos días, se encontraba a la deriva en el Alto Golfo de California.
Este tipo de artes de pesca prohibidas son utilizadas en la región por pescadores furtivos para capturar ilegalmente a la Totoaba, un pez al que le llaman la "cocaína del mar", porque su vejiga natatoria o buche tiene un alto valor en el mercado negro de China, de hasta un millón de pesos el kilogramo seco y deshidratado, por sus supuestas propiedades medicinales y afrodisíacas.
En esta actividad ilícita que se desarrolla en San Felipe, Baja California y el Golfo de Santa Clara, Sonora, como daño colateral, muere ahogada la vaquita marina, ya que se enreda y no puede salir a la superficie a respirar.
Pero ahora, las redes totoaberas, que tanto afectan a especies en peligro de extinción servirán para algo positivo.
La barrera anti-basura fabricada con este equipo de pesca prohibido será colocada en Camino Verde, una de las colonias más pobladas de Tijuana.
Rosario Norzagaray, gerente de residuos marinos de Costa Salvaje, comentó que la red fue donada por la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa), luego de ser rescatada en un torneo organizado en el hábitat de la vaquita marina, para recuperar redes fantasma, es decir, redes ilegales que fueron abandonadas en el mar.
Subrayó que el prototipo cuenta con flotadores reciclados y partes de llanta que le darán durabilidad y resistencia, con cabos de cuerda y base de acero sujeta al concreto del canal.
“Conforme aumenta el nivel del agua, el sistema de retención sube, conforme baje el nivel del agua, el sistema de retención baja y es donde queda todo el material, que luego nosotros entramos a separar”, manifestó.
En México y Estados Unidos, lo importante con la basura, el plástico y las aguas negras, es entender que no podemos tirar nada lejos, porque no hay ningún lugar lejos.
“No hay quien escupa al cielo que a la cara no le caiga. Si bien es cierto que por pendiente todo el cochinero acaba allá en Estados Unidos, todos nos estamos viendo afectados, no hay fronteras para la contaminación del suelo, aire y agua”, sentenció Rosario Norzagaray.
(Texto: Ernesto Méndez)
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